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Foto del escritorMariana Amaral

Eres libre para decidir ir a por lo que deseas?

Sobre las proyecciones y la responsabilidad.

 

Sabes, veo a veces en las consultas un cierto incómodo cuando la lectura sugiere un cambio, invita a poner límites o simplemente sugiere empezar algo nuevo. En la mayoría de los casos noto el miedo de “lo que van a pensar los de la familia, los del trabajo o la pareja” y veo la persona consultante menguar.

Ayer escuchaba una terapeuta que decía que en las relaciones pulimos la piedra preciosa que es nuestra evolución humana. Es en el roce dónde aprendemos de nosotres ya que solemos proyectar en les demás un personaje importante de otros tiempos, une profe del cole, un amor no correspondido, un padre o una madre que no supo darnos lo que necesitábamos y actuamos desde un lugar interno que no corresponde a la persona adulta que somos.


No poner luz a estas proyecciones puede llevarnos a un ciclo vicioso en el que todo lo que queremos qué pase depende del afuera, de que nos llenen el vacío, que nos den una forma. ¿Quiénes somos al final? Hay una lucha constante por querer ser querides. Entregamos toda nuestra capacidad de sostenernos y de amarnos a otra persona mientras nuestros deseos más sencillos merman. O, podríamos asumir la responsabilidad absoluta por la felicidad ajena, pero uff, cómo pesa.


¿Te pasa a ti?


Vale la pena mirar estas cosas, aprender a darnos lo que necesitamos, calmarnos, conocer nuestros límites y vulnerabilidades para luego relacionarnos desde la libertad y la madurez. Así decidimos qué queremos hacer sin tapujos, los límites se levantan de forma más suave y puede que cambiemos nuestro círculo de relaciones por otro más acorde con nuestros intereses y alegrías.

La única posibilidad de atender a lo que realmente necesitamos nasce del buceo interno.

Pero nuestra inmensidad asusta, lo sé.

Aprender a querernos, a sostenernos, a flotar confiando en nuestros propios contornos exige dedicación y algo de valentía, pero nos permite relacionarnos de forma responsable y ligera.

Este es el fruto jugoso que nos brinda el mar del autoconocimiento.


Amor y Luz,

Mariana Amaral



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